15 octubre 2008

El hombre del tiempo lo tiene crudo



Al final vamos a tener que darles la razón a los ecologistas y a todos aquellos científicos expertos en medioambiente que desde hace ya muchos años nos vienen avisando de los peligros de la destrucción de la capa del ozono, del cambio climático, del calentamiento global, del efecto invernadero... y de todo eso que se puede resumir en una frase: “Nos estamos cargando el planeta tierra”.

La verdad es que se trata de un problema que cada vez preocupa más al ciudadano medio y ya no tanto por lo se ve en las noticias de la tele, en los periódicos o porque no se para de hablar de la película-documental del ex-vicepresidente de Estados Unidos, Al Gore. No, no es por eso. El hecho de que el mundo donde vivimos tiene una pupa (o varias) es una idea que está calando en la sociedad porque ha llegado un momento en el que lo estamos notando en el día a día, en nuestra vida cotidiana.

Y es que, además, es un problema con el que convivimos desde las primeras horas del día. Cuando uno se dispone a vestirse llega la gran duda: ¿Qué me pongo hoy?. Y esta duda no es por el tema puramente estético (no, no voy a hablar de la “cultura de los pantalones caídos” de la que ya hablé en el pasado artículo)... de si uno va a estar más o menos guapo. La duda se genera porque por mucho que miremos por la ventana, ahora ya no sabe en qué estación del año nos encontramos. O nos morimos de frío en los meses supuestamente veraniegos o nos morimos de calor en los meses de invierno. Aquella frase tópica de que “el tiempo está loco” ahora es más real que nunca.

Precisamente en estas dos últimas semanas en Mallorca (estando en el mes de marzo) hemos pasado de tener un par de domingos en los que cualquiera ha podido ir a la playa a coger los primeros “colores ¿del verano?” y a jugar con la arena (véase a la reina de mi casa haciendo sus experimentos con la arena)... y, en el mismo periodo de tiempo, hemos sufrido un vendaval que ha levantado los techos del aeropuerto de Son Sant Joan.

Personalmente he optado por tomar unas medidas un tanto ridículas para superar esta situación. Por un lado no se me ocurre mirar en la tele al hombre del tiempo (una profesión con los días contados, lamentablemente para el gremio) y, por otro, salgo siempre a la calle con mi chubasquero rojo. Esta prenda me permite resguardarme del viento y de la lluvia cuando llegan sin avisar... y, si lo que hace es calor, el chubasquero pesa poco y lo llevo entre mis brazos. Este modus operandi me ha evitado la pesada carga de tener que llevar siempre encima un jersey, una prenda que ya es desconocida en mi vida por encontrarla innecesaria. Este invierno caluroso ha sepultado en el olvido mi modesta colección de jerseys.

Fuera bromas, lo peor de estas dos semanas en relación a este tema ha ocurrido cuando ha caído en mis manos una revista que ha publicado las siguientes declaraciones de Eulalia Moreno, investigadora del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC): “El calentamiento global afectará sobre todo a las naciones desfavorecidas social y económicamente, con impactos negativos en sus recursos naturales y socioeconómicos. En general, el efecto será más visible en el hemisferio sur. Esto no significa que las consecuencias del cambio climático vayan a ser insignificantes en Europa o América del Norte, pero los países de esas regiones están mejor preparadas para afrontarlas”.
La frase da que pensar. Los países del tercer mundo, de ser cierta la predicción de esta investigadora, serán los más castigados por la destrucción del medioambiente. Es decir, en el norte soltando humos a todo tren para no detener la producción industrial y, en el sur, sufriendo las consecuencias negativas de la conducta de los países ricos. Esto sí me preocupa sinceramente y no tanto si los nietos de mis nietos tendrán que ir por la calle con mascarilla. Ya cometemos bastantes injusticias con el tercer mundo como para encima cargarles con el calentamiento global. Que San Kioto o quien sea tome cartas en el asunto porque la cosa parece que, ahora sí, va en serio.

(MARZO 2007)

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