15 octubre 2008

Lo que hay detrás del Síndrome de Down

Dicen de ellos que tienen un síndrome y que además están "down", que podríamos traducir en este caso por caídos... y no estoy de acuerdo, las personas que tienen el conocido Síndrome de Down son ante todo eso, personas.

Si los médicos han querido poner de nombre Síndrome y de apellido Down a la realidad con la que viven yo me niego a aceptarlo porque estas dos palabras denotan una negatividad con la que nunca se les debería identificar y que jamás he visto en sus rostros.

Y es que debemos saber que en estos casos el grado de retraso mental varía ampliamente, desde leve, pasando por moderado y hasta llegar a grave. Sin embargo, son una gran mayoría los que están dentro de los niveles leve y moderado, y muchos estudios señalan que con la educación adecuada, menos del 10 por ciento acaban siendo
gravemente retrasados.

Pero aun así, incluso teniendo en cuenta que la gran mayoría de ellos pueden llevar una vida relativamente normal, lo que a mí verdaderamente me impresiona son los valores que transmiten cuando uno tiene la oportunidad de tratar con alguno de ellos. Y citaré algunos: generosidad, esfuerzo, cariño, amistad y tesón. Además, sobre todos estos valores hay dos que destacan de un modo radical, su tremendo amor hacia aquellos que les dan amor y la alegría que reflejan en su vivir. La mayoría son plenamente conscientes de las carencias que tienen y de muchas cosas que quizá nunca podrán realizar a lo largo de sus vidas... pero aun sabiéndolo es admirable el amor y la alegría que reflejan, y sobre todo el amor y la alegría que dan a los que tienen más cerca.

Otra de las maravillas que les acompaña, y que de nuevo no logro relacionar con la palabra "síndrome", es su capacidad de convertir a sus familiares y amigos en mejor personas, así de claro. Los familiares de cualquier niño o niña con Síndrome de Down son también ejemplares, pero su ejemplo no lo es tanto por los pocos o muchos cuidados y atenciones que prestan a sus hijos... sino que lo es porque se percibe que al acompañarlos diariamente se contagian de la bondad y el saber ser persona de sus propios hijos.

Quizá hasta esta altura del artículo alguno pensará que no todo es color de rosa, que hay casos realmente dramáticos en los que la persona apenas puede moverse e incluso apenas puede sonreír... y los hay, son casos en los que los padres no tienen ayudas oficinales o de familiares cercanos para poder financiar todos los gastos que supone cuidar 24 horas al día a una persona en estas circunstancias.

Pero no, porque también son muchos los casos dramáticos que están rodeados de una generosidad que en muchas ocasiones supera el límite de lo humano, casos en los que una madre o un padre invierten mucho de su tiempo y de su dinero para cuidar no sólo a alguien que comparte su misma sangre, sino que también vive y convive con su familia... y sobre todo, y esto no hay que olvidarlo, con alguien que es persona.

Confucio dejó escrito: "No todos los hombres pueden ser ilustres, pero todos pueden ser buenos. Conocerás a los hombres el día que vayas descubriendo lo que hay de común en nuestros corazones". Podrá parecer extraño pero ha sido al cruzarme con alguna de las personas sobre las que estoy hablando cuando he descubierto en toda su inmensidad la dignidad y la grandeza del ser humano, el tesoro de poder ser persona.

(ENERO 2004)

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