La educación “light” llega a la universidad

Leo en la prensa que en breve todas o casi todas las titulaciones universitarias se van a reducir a cuatro o, lo peor, a tres años. Ala, así, de repente. Por lo visto el tema es que de ese modo se creará un “espacio universitario” común en toda Europa. Pues vale, menudo criterio, reducir un año de formación académica con la excusa de que así nos acercamos a la Unión Europea. Algunos dirán que no es para tanto, que también se podrá realizar un cuarto curso denominado “máster”. Muy bien, pero el caso es que con tres añitos uno podrá abandonar la universidad con un título de licenciando bajo el brazo, algo que hasta ahora no era posible.

Aquí parece que lo suyo es ponerlo todo fácil o, mejor dicho, eliminar cualquier dosis de esfuerzo que requiere todo proceso educativo. Nuestros políticos empezaron por cargarse la EGB que, dentro de lo que cabe, era algo coherente. Con la LOGSE y la ESO trajeron el parchis a las aulas y se inventaron aquello de que los niños no tienen que estudiar sino simplemente “entender”. Eso es, lo importante no es aprender... simplemente basta con comprender los conceptos. Lo que está claro es que la educación no es sólo una cuestión de poner codos ni de memorizar los ríos de España... pero tampoco se trata sólo de entender que el pescado viene del mar y que lo pescan unas personas llamadas pescadores. Para eso ya están los documentales de La 2.

Pues bien, el modelo de educación “light” de los colegios ahora se traslada a la universidad a través de la implantación de licenciaturas de tres años, así, por el morro. También es cierto que no es bueno lo contrario, pasarse la vida en la universidad, pero lo que es evidente es que para aprender y entender los conceptos, para poder ser un buen abogado, un buen economista, un buen médico, etc... es necesario tiempo y esfuerzo. Señores políticos, una carrera universitaria debería ser algo serio, no es un curso CEAC de corte y confección. Requiere tiempo, estudio, investigación, contraste y, sobre todo, esfuerzo.

Sabemos que en los colegios los profesores están ya un poco hartos, o muy hartos, de la generación “Pokémon” que les ha tocado educar, la generación del teléfono móvil con 9 añitos y de la Play Station al llegar a casa. Aunque no es correcto generalizar, hay que decirlo: son unos niños indomables e insoportables. No hay respeto por la figura del maestro y el comportamiento general se acerca más al de un zoológico que al de un centro de enseñanza. Y esto provoca estrés, situaciones de violencia, una relación incómoda entre los padres y profesores (que buscan culpables donde no los hay: los tienen en casa), etc.

Y ahora, visto lo visto, cuando también triunfe el modelo de educación “sencilla” en las universidades, en unos pocos años... los que se quejarán ya no serán los padres, sino el abogado que pretendía montar un despacho con profesionales ágiles y competentes, el director de clínica que quería tener en su plantilla doctores que supieran atender a sus enfermos o el empresario que buscaba no sólo personas con buenas aptitudes, sino también alguien con buenas actitudes, sobre todo las relacionadas con el esfuerzo y la honestidad en el trabajo.

No es cuestión de ponerse catastrofista, pero aquí más de uno acabará adoptando el sistema educativo que existe en algunas zonas de Estados Unidos. Hay padres que han decidido no llevar a sus niños al colegio... y prefieren ser ellos mismos los que a diario educan a sus hijos en lo académico y en lo humano. No es el sistema ideal, ni el posible para muchos padres... pero a veces dan ganas de probarlo cuando uno lee en las páginas de sucesos que unos padres han puesto una denuncia a un profesor porque su hijo fue castigado sin recreo... o cuando uno lee redacciones donde el alumno ha escrito huevos con B. Manda huebos.

(SEPTIEMBRE 2004)