14 octubre 2008

¿Vivir la Navidad?

Ya estamos en Navidad, se nota en las calles, pero se nota no por los tradicionales adornos y las miles de bombillas colocadas por el ayuntamiento... se nota porque el populacho anda al asalto de las tiendas y grandes almacenes. Lamentablemente es el aspecto comercial el que más caracteriza a la Navidad, cuando las tarjetas de crédito entran y salen como locas de los cajeros automáticos, cuando la gente entra sin miedo en un consumo desaforado de todo tipo de productos... desde la colonia para el novio, los pokemones para el nieto, las corbatas para el marido y el traje que lucirá uno mismo en la noche de fin de año. Es el negocio de la Navidad.

La bonita Navidad, esa que de pequeños leíamos en los cuentos, la Navidad soñada en la que la gente es feliz y generosa, la Navidad en la que la familia se reunía al completo... esa auténtica Navidad ha perdido su esencia. Ahora todo es consumo, todo son prisas, prisas porque uno se retrasa en la compra de los regalos, prisas por pillar la entrada más barata para la fiesta Nochevieja...

Luego está lo de la lotería de Navidad. Lo que más me ha llamado siempre la atención de esta lotería no es que todo el mundo se lance a comprar algún número. Eso, hasta cierto punto, lo puedo entender, pues no se puede negar que hay mucha gente con pocos recursos que siempre sueña con recibir grandes cantidades de dinero venidas del cielo, como en muchas ocasiones ocurre con los ganadores de esta lotería, gente que tiene deudas, que no tenía pelas para comprarse un coche, que necesita pagar la hipoteca de su casa... Entiendo que muchos se agarren por estos motivos a la gran y última esperanza de cada año.

Pero eso sí, lo que nunca entenderé es por qué en el día de este sorteo los informativos de todas las cadenas de televisión le dedican casi media hora al asunto, mostrando todos los pueblos de España donde ha caído el “gordo” y los demás premios, como los afortunados se desgañitan gritando como locos, como se rocía con cava a los vecinos para compartir la alegría y con que orgullo muestra cada uno su boleto ganador. Eso sí que nunca lo entenderé... ¿es un tema tan importante, tan trascendental para el país como para dedicarle todo un telediario? ¿No ocurren más cosas en ese día, no hay otras noticias más importantes de las que hablar?. Este para mí siempre será el peor telediario del año, pese a que en el mismo siempre se vea a gente alegre y feliz, feliz de ser nuevos ricos.

Por todo esto reivindico la Navidad de los sentimientos, aquella en la que uno descansa y no se dedica a meter horas en El Corte Inglés o Carrefour, aquella en la que uno charla tranquilamente con los amigos, escribe y felicita a los que tiene lejos, pasea a la abuela con la que tan pocas ocasiones está, lleva a los sobrinos al cine para que vean la última de Disney, disfruta con las comidas familiares, acompaña a los que están tristes y solitarios por las circunstancias que viven y, en definitiva, sueña con que la Navidad le permita a uno hacer un balance del año que le lleve a pensar que -pese a los tropiezos- realmente merece la pena vivir con intensidad en este mundo, aunque a muchos no nos toque el “gordo”. Feliz Navidad.

(DICIEMBRE 2000)

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