15 octubre 2008

Tener referentes

“Soy un profesor jubilado de 74 años y hace unos días recibí la mayor recompensa profesional. Un antiguo alumno, violento y con fracaso escolar, a quien traté como un hijo y en el que deposité toda mi confianza, es hoy el director del instituto donde estudian mis nietos. No tengo palabras para expresar ni lo que he sentido al verlo tan cambiado ni el bien que me han hecho sus palabras al confesarme que yo fui su referente”. Esta frase entrecomillada la leí hace unos días en una revista de fin de semana. Sin duda es evidente el gran orgullo que siente el profesor por su antiguo alumno... al comprobar que, pasados muchos años, aquel chico rebelde ha terminado siendo director de un centro educativo.

Un referente. No es fácil hoy en día lograr referentes que sean verdaderamente ejemplares, personas que demuestren que de ellos se puede aprender algo que deje huella, que marque de una forma radical la visión que uno pueda tener de la vida o de cómo actuar. Pero afortunadamente los hay. Mi novia afirma que se le ocurrió estudiar la carrera de matemáticas porque en su colegio tuvo un profesor que le supo descubrir el interés y los misterios de esta ciencia... por lo que ella también tuvo alguien que, en este caso, le marcó de por vida su futuro vocacional y profesional.

Pero los referentes no sólo hay que saber buscarlos o encontrarlos para llegar a ser director de instituto o experta en matemáticas, sobre todo son necesarios para la formación de las actitudes. Lo que uno puede llegar a ser como persona es mucho más importante que todas las aptitudes profesionales que se puedan alcanzar a lo largo de los años. Con esto no quiero desmerecer la valía de aquellos que trabajan bien porque conocen sobradamente aquello sobre lo que trabajan... lo que quiero decir es que un catedrático de lo que sea no podrá nunca sentar verdadera cátedra si antes no demuestra ser una buena persona, y digo buena en su sentido más amplio.

Por todo ello es importante no sólo tener buenos modelos y maestros de la vida en el ámbito familiar, que sin duda es el más importante, sino también en la universidad, en el trabajo y en todo el núcleo de amigos que va formando una persona. Y no se trata de hacer una selección como aquel que elige en el supermercado si esta semana toca danones de fresa o de plátano. Es necesario abrir bien los ojos y sobre todo saber descubrir qué es lo que hay detrás de cada persona, los valores que muestra y demuestra, si lo que se ve por fuera transmite autenticidad y si lo que se va conociendo de su interior aporta una riqueza de la que merece la pena compartir y aprender.

Quizá algún día aquel amigo, aquel profesor, aquel compañero de trabajo... volverá de alguna forma a nuestras vidas porque, de una manera u otra, nos enseñará otra vez cómo actuar en algún momento importante de nuestras vidas. A veces ni nos daremos cuenta de la responsabilidad que tuvieron todos ellos en la formación de lo que cada uno acaba siendo pero, tarde o temprano, como le ocurrió al director de instituto, seremos plenamente conscientes de que aquella persona en concreto fue un referente ejemplar, alguien que nos dejó una impronta de gran valor.

(JUNIO 2004)

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