15 octubre 2008

Los chicos del coro... en 2005

Ha tenido que llegar esta película francesa, candidata a los Oscar como mejor película de habla no inglesa, para que madres, padres y profesores reflexionen un poco sobre la temática que nos presenta este largometraje: la educación en la infancia. Y es que la música de los niños no es lo principal de esta película, aunque sin duda la excelente banda sonora ha sido parte importante de su éxito de crítica y público.

“Los chicos del coro” se sitúa en el lejano 1949. Por supuesto que las formas, normas y maneras de Rachin, el director del internado, no son las que existen en la actualidad en cualquiera de los colegios públicos o privados del siglo XXI. Y menos mal. Pero Clement sí, el profesor de música que trabaja como vigilante del centro es quizá el mejor maestro para cualquier profesor y el mejor ejemplo de educador para cualquier padre. Y lo es en 1949... y lo es hoy, en 2005.

No es fácil ser profesor en las circunstancias actuales. Por supuesto que las ventajas materiales, técnicas y tecnológicas son mejores que tras los años de la II Guerra Mundial. Y lo gracioso es que esas ventajas deberían ser, en teoría, para poder desarrollar una mejor formación. Internet es un ejemplo de ello. Hay colegios que ya les ponen un ratón en la mano a los niños de primaria para que comiencen a relacionarse con los ordenadores. Es la ciber-enseñanza, que no es mala siempre que se sepa utilizar con inteligencia y sin excesos.

Lo malo es que también hay padres que a su hijo de 12 años ya le dan un Nokia para que mande mensajes SMS a sus mejores amigos, e incluso para que se saque fotos y las envie a sus colegas al precio de un euro. Hay padres que cuando sus hijos llegan a casa permiten que éstos se vayan directamente al sofá para que se hagan dueños del mando a distancia... y así puedan contemplar esa maravilla de programas en los que cualquier persona, que se las da de original, cuenta que le gusta ser “dragqueen” los fines de semana en una discoteca, ponerse treinta y dos pendientes rodeando su ombligo o chatear con una chica de Colombia a la que considera la mujer de su vida.

El profesor Clement, tutor del coro y educador con mano izquierda, no tenía todos los “privilegios” tecnológicos ni las comodidades que hoy existen a la hora de enseñar a los chavales del reformatorio. Llegó y con su música logró domar a toda la pandilla. Pero no fue sólo con la música. Para ser un buen profesor Clement demostró aquello que, lamentablemente, no pueden mostrar muchos de los profesores del siglo XXI: autoritas. El respeto, el saber estar y el saber educar sólo lo pueden alcanzar aquellos profesores que son conscientes de la importancia de su profesión y que a diario la ejercen con responsabilidad... pero también es cierto que en ocasiones muchos lo han de conseguir en un permanente estado de sitio, en una clase o en un colegio donde las palabras orden y disciplina no se encuentran en los diccionarios del centro.

Y para lograr ese respeto no hace falta aplicar la fórmula de “acción, reacción” del director Rachin, ni agarrar una vara de mando con la que soltar golpes en las zonas traseras de los alumnos. El respeto y la dignidad de los docentes serán una realidad en los colegios cuando los profesores, y sobre todo los padres, se den cuenta que la educación no empieza con dos más dos son cuatro... sino que comienza mucho antes, con un esfuerzo diario, constante, donde las virtudes con las que tiene que crecer un chaval no son sólo decir “gracias” o “de nada”, sino una educación en valores, donde se aprenda a compartir, escuchar, obedecer (sí, obedecer), perdonar… y todo aquello que convierta a una persona en alguien digna de ser alumno. Y si a esto último no se le da importancia pronto tendrá que regresar a los colegios la “acción-reacción”... y no habrá profesor de música que lo arregle.

(MARZO 2005)

No hay comentarios: