15 octubre 2008

Rafael Nadal, mucho más que un deportista de élite

En el momento en el que escribo estas líneas Rafael Nadal sigue sin ceder un set en el torneo de Indian Wells y ante el prometedor chipriota Marcos Baghdatis, un año menor que él y finalista del último Abierto de Australia, ha vuelto a ofrecer otra victoria espectacular (7-5, 6-0) y se ha clasificado para las semifinales del torneo californiano, primer Masters Series de la temporada. Está claro que, al igual que el año pasado y tras superar su lesión, Rafael Nadal comienza la temporada pisando fuerte, y así lo ha demostrado tras haber ganado recientemente frente a Federer el torneo de Dubai.

Pero no voy a escribir sobre las bondades tenísticas de Rafa Nadal, de sobra conocidas por todos, y porque para escribir sobre eso ya está la prensa deportiva y las páginas finales de los diarios generalistas. Eso sí, me voy a detener en el Rafa Nadal persona porque creo que merece la pena.

En muy poco tiempo un chaval que no superaba los 18 años se ha metido entre los tres primeros del tenis mundial y, lo mejor de todo, lo ha logrado al estilo del panadero de mi barrio, que cada día se levanta a las cuatro de la mañana para trabajar en el horno. Es decir, lo ha hecho como si nada, como si la vida no le hubiera cambiado. Con esto no quiero expresar, ni mucho menos, que Rafa Nadal no haya realizado ningún esfuerzo importante para llegar hasta donde ha llegado. Sin duda su trabajo físico y mental ha sido y es enorme. Pero lo que llama la atención es que Rafa Nadal ha llegado a la cumbre, al éxito total, sin cambiar, siendo el mismo tipo de siempre. En definitiva, la cosa no se la ha subido a la cabeza.

Y eso no es nada fácil, tiene mucho mérito. Bien es cierto que también Nadal se ha hinchado a participar en anuncios de televisión que le habrán aportado millones de euros (está en su perfecto derecho, el tenis no es eterno y él tiene una larga vida por delante), pero lo que me admira de él es que en sus manifestaciones públicas, en las entrevistas, en cualquier acto público… sigue teniendo el mismo carácter, la misma personalidad que cuando era un perfecto desconocido para el público.

Y para tener esta opinión no me ha hecho falta conocer al Nadal con trece años y al Nadal de ahora. Yo ni le conozco ni creo que le vaya a ver en mi vida, pero lo que digo de él es innato, se siente, se percibe tan sólo mirándole a la cara y escuchando sus palabras. Es un tipo genial, muy humilde, tímido, generoso, agradecido. Sin duda sus padres, su familia y su entrenador (y tío) Toni Nadal son los artífices de este otro éxito, del que no se reciben cheques ni trofeos, pero que para mí es mucho más importante que cualquier gran triunfo deportivo, por el gran ejemplo que supone para millones de personas en todo el mundo.

En este sentido Rafael Nadal me recuerda mucho a Miguel Indurain. Casi diría que son clones, aunque sean de distintas disciplinas deportivas. Los dos han sabido llegar a lo más alto sin caer en la chulería, sin caer en la soberbia, sin convertirse en ídolos de su propia persona. Los mallorquines tenemos mucha suerte de poder contar con alguien como Rafael Nadal, repito, no tanto porque pueda o no pueda ganar ocho torneos de Roland Garros, sino porque en todo el mundo millones de espectadores están contemplando a un campeón que además es una gran persona, lo que nos tiene que llenar a todos de un gran orgullo. Sabiendo que todavía le quedan muchos años en su carrera deportiva, el tópico que se le podría decir sería: “Rafa, no cambies”. Pero no creo que haga falta, él sabe que gran parte de su éxito ha sido ser él mismo. Sin duda es un modelo a imitar, dentro de las pistas, por su esfuerzo y entrega, y fuera de ellas, por tener una cabeza muy bien amueblada.

(MARZO 2006)

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