14 octubre 2008

Descubrir a los abuelos

A lo largo del año son varias las ocasiones en las que tenemos la oportunidad de reunirnos con nuestros mayores en cenas familiares, cumpleaños, bodas, bautizos, primeras comuniones, navidades... Y en esos días, con tanta gente y con tanto alboroto, no siempre nos da tiempo a entablar conversaciones de entidad, que tengan miga, de las que uno pueda sacar provecho. A veces lo único que hacemos es dar los saludos iniciales de rigor, sentarnos a la mesa a comer y buscar luego a nuestros primos para hablar de la vida y de nuestros problemas. Eso está muy bien, pues los primos son los que nos acompañarán a lo largo de nuestra vida, los que nos verán crecer y madurar, y siempre es bueno que sepan cómo nos marchan las cosas.

Pero nunca conviene olvidar a nuestros mayores ni limitarse sólo a saludarlos en los comienzos de todas esas celebraciones. Y cuando hablo de nuestros mayores estoy hablando de nuestros abuelos y de los hermanos de nuestros abuelos, las personas de nuestra familia que superan los 70 años. No estoy hablando de nuestros padres, que los tenemos en casa a diario. Siempre se dice que “la experiencia es un grado”, pero yo pienso que la experiencia es mucho más que un grado, es un tesoro que está a nuestra disposición y que no debemos rechazar descubrirlo. Nuestros abuelos no son sólo la cara amable de la familia ni los que nos sueltan de vez en cuando algún billete para nuestros ahorros. Son mucho más que eso. Nuestros abuelos llevan consigo toda una vida llena de misterios, de historias y de acontecimientos que debemos tratar de averiguar, porque son historias pasadas que a veces nos pueden llevar a comprender nuestro propio presente. Por eso, “las historietas del abuelo” (otra frase muy manida) son también algo vital en nuestras vidas, no sólo porque es el pasado de la familia de la que formamos parte, sino porque nos ayudan a descubrir aquello que nunca vimos.

Los abuelos siempre están ahí, con la puerta de su casa abierta, dispuestos a escuchar a cualquier persona que quiera compartir un rato con ellos. Todos sabemos lo contentos que se ponen cuando nos ven, cuando les damos nuestro cariño, cuando se dan cuenta que ellos también son muy importantes para nosotros... pues todavía tenemos mucho por aprender. En las conversaciones que mantenemos con ellos en la mayoría de las ocasiones nuestros abuelos siempre empezarán con preguntas, pues quieren saber cómo estamos, cómo nos va el día a día, qué es de nuestra vida... y esto es así porque ellos siempre son generosos, atentos, desprendidos, no quieren ser protagonistas, sólo desean ser espectadores.

Y es que somos nosotros los que hemos de esforzarnos por despertar su memoria, por recuperar su papel de protagonistas, por conocer los caminos que han recorrido, los sueños que pudieron cumplir en sus vidas, descubrir sus días más intensos, los más alegres y también los más amargos. Es por ello que debemos pasar a ocupar el papel de espectador y preguntar sin miedo para conocer los capítulos que vivieron, para que ellos se conviertan en “un libro abierto”, un libro que podamos ir leyendo de tarde en tarde, de visita en visita, de paseo en paseo, pues ellos también disfrutan recordando su pasado, haciéndolo presente en nosotros.

Cuando escribo estas líneas se cumple el primer aniversario del fallecimiento de mi última abuela. Ya no me quedan abuelos, los cuatro marcharon para otra vida más larga. Los echo de menos. Aquellos ratos con ellos eran impagables. Me conocían como a un hijo y yo a su vez procuraba descubrirles en su integridad, no sólo en su figura de abuelos. Era divertido estar con ellos, ver sus reacciones a todo lo que pasa hoy en este mundo, conocer sus pensamientos, trasladarme a otros tiempos con las historias de sus vidas. Mis abuelos, maestros de juventud.

(ABRIL 2002)

3 comentarios:

Mira lo que me encontré dijo...

¿Porqué nos olvidamos de los mayores?. Tal vez porque nos da miedo llegar a esa etapa de la vida y estamos demasiado ensimismados en nuestras autosuficiencia (si es que eso existe completamente). Mi abuelo falleció hace poco, de 86 años, con un cerebro más lúcido que el de muchos de mi edad y mi abuela espera todos los días que su casa se llene de las voces de sus hijos y nietos sentados a la mesa. Es una lástima que no para todos esta imagen (de la de todo un familión hablando bajo un mismo techo) les sea muy familiar. Las familias numerosas (contando a primos, tíos y abuelos y tíos abuelos) es para muchos como un pequeño barrio, y para los que de alguna manera hemos crecido en una, el primer ambiente de socialización y respeto que vale la pena conservar (así sea difícil) despúés de todo, es en ese grupo social en donde nuestra memoria será más memorable y entrañable.

Mira lo que me encontré dijo...

¿Porqué nos olvidamos de los mayores?. Tal vez porque nos da miedo llegar a esa etapa de la vida y estamos demasiado ensimismados en nuestras autosuficiencia (si es que eso existe completamente). Mi abuelo falleció hace poco, de 86 años, con un cerebro más lúcido que el de muchos de mi edad y mi abuela espera todos los días que su casa se llene de las voces de sus hijos y nietos sentados a la mesa. Es una lástima que no para todos esta imagen (de la de todo un familión hablando bajo un mismo techo) les sea muy familiar. Las familias numerosas (contando a primos, tíos y abuelos y tíos abuelos) es para muchos como un pequeño barrio, y para los que de alguna manera hemos crecido en una, el primer ambiente de socialización y respeto que vale la pena conservar (así sea difícil) despúés de todo, es en ese grupo social en donde nuestra memoria será más memorable y entrañable.

Anónimo dijo...

Estoy totalmente de acuerdo con tu opinión. Mi trabajo consiste en rescatar la memoria de los ancestros de mi pueblo y así reconstruir el pasado del mismo. Soy descendiente de alemanes del Volga. Su pasado es muy rico en historia, costumbres y tradiciones.
Blogs: http://hilandorecuerdos.blogspot.com - http://hilandorecuerdos.blogia.com ; http://juliocesarmelchior.blogspot.com
Y en Factbook: Julio César Melchior