15 octubre 2008

Lo que ha destapado el Katrina

Ha tenido que llegar el huracán "Katrina" para que los norteamericanos se den cuenta de que su nación no es la "superpotencia todopoderosa del mundo mundial". Y es una pena que haya tenido que ocurrir esta catástrofe para que los ciudadanos de ese país descubran que quizá deberían establecerse otras prioridades en el reparto de los dineros públicos. Han visto que las guerras contra el "eje del mal" y que el terrorismo islámico no lo es todo, que el derrocamiento de Sadam Hussein no es la solución a todos los problemas, que la captura de Bin Laden, si es que sigue vivo, no traerá días de vino y rosas. En un reciente viaje a Madrid pude comprobar desde la habitación del hotel, viendo durante una hora la cadena de televisión CNN, como los norteamericanos han perdido la paciencia, han dicho basta ya, "hasta aquí hemos llegado".

Por primera vez en la historia reciente, EE.UU. ha tenido que aceptar ayuda internacional de otros países debido a la situación de emergencia nacional, lo que ha evidenciado que no están preparados para catástrofes de este tipo y que hay "algo" que lleva a pensar que las cosas no están siendo bien planificadas. Y ese "algo" también ha salido a la luz pública porque se ha visto como muchas de las zonas más afectadas por el huracán son precisamente áreas que están poco desarrolladas en cuanto a sus servicios, infraestructuras y asistencia social. Y también da la casualidad que una buena parte de los fallecidos son personas con pocos recursos y muchos de ellos de raza negra, lo que ha despertado el nunca desaparecido fantasma del racismo.

Por todo ello, ahora la gente se pregunta si compensa invertir miles de millones de dólares en construir misiles Tomahawk para luego donarlos al ejército israelí, si compensa mantener miles de soldados en lugares tan ingobernables como Irak o Afganistán, etc, etc. Los ciudadanos se cuestionan si ellos se han convertido en segundo plato y si las crisis internacionales del exterior tienen que ser la principal prioridad de EE.UU.

Aun así, tras el paso del "Katrina" los norteamericanos no sólo se replantean si el presupuesto nacional está mal repartido, no sólo critican el excesivo presupuesto del departamento de Defensa. También empiezan a estar irritados ante la falta de una política sociosanitaria que ofrezca una atención médica que esté al nivel de un estado desarrollado y que sea capaz de atender a la gente con pocos recursos, al menos en situaciones de emergencia.

Debe ser ahora cuando todos se deben acordar del momento en el que Bill Clinton, nada más llegar al poder, le encargó a su mujer Hillary un proyecto de reforma del sistema sanitario del país. La ahora senadora (y seguramente próxima candidata a la presidencia por el partido demócrata) creó una comisión especial que redactó un proyecto que proponía adaptar el sistema sanitario a un modelo más cercano al europeo.

Al final la propuesta se paralizó en el Congreso y, a pesar de contar con mayoría demócrata, Clinton no consiguió que se aprobara. La nueva normativa iba acompañada, a medio plazo, de una subida de impuestos. Y es que en EE.UU. un sistema de salud pública como el europeo es todavía difícil de concebir. Los empresarios no están muy dispuestos a pagar una cobertura sanitaria universal. Incluso el entonces líder de la oposición republicana en el Congreso, Gingrich, calificó el proyecto como una "ley ajena a la cultura norteamericana".

Quizá el huracán "Katrina" y todas las imágenes de televisión que ha traído (sobre todo las de los cadáveres flotando en el agua y las de los miles de personas abandonadas en pabellones deportivos) provocarán un cambio en la cultura norteamericana a la que Gingrich hacía referencia. Es evidente que Estados Unidos está muy lejos de alcanzar el estado del bienestar que, sobre todo, se fomenta en los países escandinavos o en otros países europeos. Pero quizá será este el momento en el que la superpotencia recapacite para darse cuenta de que las personas son la mejor "arma" en la que invertir.

(SEPTIEMBRE 2005)

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