15 octubre 2008

Navidad, otra vez



Se acerca otra vez la Navidad y no sé si es que yo me hago mayor pero parece que cada vez llega antes, ¿no?. Uno todavía no ha escondido la ropa y los bañadores del verano en el último cajón del armario... y ya parece que en unas horas vamos a tener que encender la tele para ver a Ramón García contando las campanadas del nuevo año desde la Puerta del Sol (por cierto, por si alguno no se ha enterado... este año Ramón las contará en Antena 3 TV, tras catorce años haciéndolo en TVE 1).

Pues eso, la Navidad ya viene corriendo y cuando escribo estas líneas estamos a 4 de diciembre y hoy ya he recibido el primer e-mail felicitándome por la Navidad. Claro, en el asunto del e-mail ponía “felicidades” y enseguida pensé que alguien me felicitaba por mi santo, que fue ayer... o por mi tercer aniversario de boda, que celebro hoy.... pero no... se trataba efectivamente de una felicitación navideña... así, de sopetón, un 4 de diciembre. Al comprobar el mensaje me he quedado un poco a cuadros... y enseguida me he visto en la obligación de pensar que quizá ya toca decorar mi casa con motivos navideños, o comenzar a pesar qué juguetes puedo comprar a mis sobrinos para no quedar muy mal.

El caso es que cuando estamos en estas fechas siempre llego a la misma reflexión: debemos procurar, en la medida de lo posible, ir nosotros por delante de la Navidad y no que la Navidad arrase con todos nosotros. Y esto lo digo porque cada vez me encuentro a más gente que no siente ningún aprecio por la Navidad... es más, le cansa. Unos dicen que es agotador tener que ir de casa en casa poniéndose hasta arriba de turrones, cava y lo que caiga (claro, a unos porque lo que no les gusta es engordar con las comilonas de estas fechas y, a otros, tener que saludar y dar conversación a ese cuñado o a esa prima que es pesada, “mira que es pesada”).

Pues eso, planificarse un poco lo que podremos hacer durante estas fechas no es un mal ejercicio, así tomaremos conciencia de qué es lo que queremos y podremos hacer... y qué es lo que vendrá ya escrito en el guión de los actos tradicionales de cada año. Salir de la monotonía es lo mejor y por eso estos días, sobre todo aquellos que puedan disfrutar de más fechas libres, es un bueno momento para hacer esas cosas que durante todo el año no se han podido hacer. Y en este capítulo entran muchas cosas, desde escuchar un disco ya comprado pero jamás escuchado, hasta leer un libro que dejamos a la mitad o visitar las cumbres del Galatzó. Todo vale para que no todo sea Papa Noel, los Reyes Magos o los regalos de El Corte Inglés.

Y como me meten prisa para cerrar este artículo para No Badis, repetiré el párrafo que ya dejé escrito aquí el año pasado: reivindico la Navidad de los sentimientos, aquella en la que uno descansa y no se dedica a meter horas en el Carrefour, aquella en la que uno charla tranquilamente con los amigos, escribe y felicita a los que tiene lejos, pasea a la abuela con la que tan pocas ocasiones está, lleva a los sobrinos al cine para que vean la última de Disney, disfruta con las comidas familiares, acompaña a los que están tristes y solitarios por las circunstancias que viven y, en definitiva, sueña con que la Navidad le permita a uno hacer un balance del año que le lleve a pensar que -pese a los tropiezos- realmente merece la pena vivir con intensidad en este mundo, aunque a muchos no nos toque el “gordo”. Feliz Navidad.

(DICIEMBRE 2007)

No hay comentarios: