15 octubre 2008

¿Trabajar 65 horas a la semana?




Todavía recuerdo aquel colegio, aquel pupitre y también la tarde en la que aquel profesor soltó la siguiente frase: “llegará un día en el que los gobiernos occidentales se darán cuenta de que los trabajadores necesitan descansar más y, por ello, los viernes serán festivos y así tendremos fines de semana de tres días. Esta medida beneficiará a la economía porque la gente tendrá mas tiempo para salir con la familia, ir de compras, comer en restaurantes o ir al cine”. Por aquel entonces yo era un chaval de EGB (lo que hoy se llama la ESO), y todavía hoy no se me olvida la cara de felicidad que puse al oir aquellas palabras, pronunciadas además por todo un respetable profesor.

Pero, lamentablemente, mi maestro no acertó en su predicción. Recientemente muchos nos hemos llevado las manos a la cabeza cuando hemos sabido que la Unión Europea ha aprobado ampliar la semana laboral por encima de las 48 horas, un derecho social consagrado por la Organización Internacional del Trabajo (OIT) hace 91 años. Los ministros de Trabajo de los 27 han dado luz verde a la propuesta de la presidencia eslovena que permitirá a cada Estado miembro modificar su legislación para elevar la semana laboral vigente de 48 horas hasta 60 horas en casos generales y a 65 para ciertos colectivos como los médicos. Es decir, con el cambio aprobado, las 60 horas semanales dejarían una media diaria de 12 horas en el trabajo, 13 si el máximo fuera de 65 horas semanales.

Un periódico gratuito resumía del siguiente modo las consecuencias de este cambio: “pasar 12 o 13 horas diarias en el trabajo implicaría tener que quedarse a comer, es decir, que serían 13 o 14. Para muchos trabajadores hay que sumar una hora de desplazamiento para ir y volver del trabajo a casa y así la cosa se queda en 15 o 16 horas. Sólo con dormir las 8 horas que recomiendan los expertos, ya tendríamos el día completo. En definitiva: Ni cenar, ni desayunar, ni ducharte, ni estar con la familia”.

Los miembros de la Unión Europea están divididos entre los que reclaman una mayor flexibilidad laboral, encabezados por Reino Unido y Alemania, y los que optan por acabar con las excepciones que permiten trabajar más de 48 horas semanales, liderados por España. La aprobación de la propuesta ha sido recibida con fuertes críticas, porque además puede abrir el camino hacía la competencia desleal entre los países, fragmentando el mercado de trabajo europeo.

La verdad es que la idea de las 65 horas de trabajo a la semana choca totalmente con otro de los temas que todos los gobiernos nos tratan de “vender”: las medidas en favor de la conciliación de la vida familiar y laboral. Sin duda, trabajar 65 horas a la semana no es una buena medida para poder compatibilizar el trabajo con la familia. Es más, como todo el mundo se ponga a trabajar a este ritmo frenético, sin apenas pisar el hogar para descansar o para, al menos, dar las buenas noches al marido/mujer/hijos… lo que vamos a conseguir es que la raza humana se convierta en una especie en peligro de extinción. O, lo que es peor, nos convertiremos en seres inertes, incapaces de transmitir emociones o sentimientos a nuestros amigos o a nuestra familia. Todo será trabajo, trabajo y trabajo. Por eso, nada mejor para cerrar este artículo que recordar la frase del novelista ruso Máximo Gorky: “Cuando el trabajo es un placer la vida es bella. Pero cuando nos es impuesto la vida es una esclavitud”.

(JULIO 2008)

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