14 octubre 2008

Presencia de amor

El enamoramiento está en peligro o por lo menos aquel que se fundamenta en el amor bien entendido. El amor, esa fuerza imparable que nos lleva a descubrir a otra persona, a sentirla única e irrepetible, a desear compartir todo un proceso lleno de bellos obstáculos... está siendo tergiversado, denostado y, lo peor de todo, malentendido. Se están creando nuevas formas de enamoramiento totalmente artificiales, e incluso algunas acompañadas de un fin lucrativo, como esos anuncios que vemos en televisión en los que se invita a conocer a otras personas a través de mensajitos por teléfono móvil. Junto a este último método hay otro que se está poniendo muy de moda, chatear por internet. Ya hemos visto en los medios de comunicación casos de parejas que se han conocido chateando por Internet y que han acabado en boda, incluso hemos leído la historia de una joven británica que se publicitaba en su página web en busca un novio, a ser posible con pelas.

¿A dónde iremos a parar? ¿Llegaremos a ver en el interior de las cajas de Kellogg’s imágenes de chicos y chicas que buscan pareja, sustituyendo así a los cromos de las ranas, leones... y demás mascotas de dichos cereales? En fin, no doy más ideas, no vaya a ser que alguno se tome en serio el asunto y me amargue mis desayunos. ¿Y por qué pasa todo esto?, o mejor dicho, ¿por qué tienen éxito estas nuevas formas de búsqueda del amor?. La respuesta es muy sencilla. Tan sencilla cómo que algunos han olvidado, quieren olvidar o simplemente ignoran lo que es el amor. Y lo ignoran de tal modo que lo reducen a algo frío, impersonal, únicamente textual, dejando de lado los aspectos más esenciales con los que el amor nace, crece y se consolida.

Descubrir al otro en su integridad requiere siempre de la presencia, y eso es así porque no hay otra manera de ir descifrando cada una de las capas que forman nuestra personalidad. Pongo ejemplos. No hay enamoramiento si no hay cruce de miradas. Mirar al otro, observar sus pupilas, su sonrisa, sus temores, sus aprobaciones, sus rechazos y, en definitiva, todo lo que nos transmite el rostro del amado... es algo necesario en la primera fase del enamoramiento. Es decir, no basta con escuchar o con leer (esas acciones que sí se pueden realizar a través del teléfono o de un chat) para conocer enteramente a la otra persona. Es imprescindible estar ahí, persona con persona, porque si falta la presencia el conocimiento entre dos se acerca a lo virtual y se aleja de lo real, algo que incluso puede llevar a descubrimientos equivocados de la otra persona.

Pero la mirada no lo es todo en el enamoramiento. Se dice siempre que lo físico no es lo más importante en la persona, que hay que descubrir el interior de los demás para conocer a alguien de un modo completo. Comparto esa idea al 100%. Pero... ¿qué es lo que nos lleva a descubrir ese mundo interior de la persona, es decir, el alma, que también juega un papel importante junto al corazón-pasión y al intelecto en todo enamoramiento?. El alma es quizá lo más difícil de descubrir, pues el corazón-pasión del que hablo sabemos que rezuma deseo, atracción y ansias de amor. Luego el intelecto es fácil de descifrar, pues se nota en poco tiempo si alguien está falto de luces. Y por último, ¿cómo vislumbrar ese mundo interior qué nos lleva a destapar el alma?. Pues, entre otras cosas, con el comportamiento humano, viendo cómo el otro se desenvuelve en su propia vida, con los demás y con la persona a la que desea amar. Y eso, queramos o no, también necesita de la presencia. La atracción (que fluye del corazón), la inteligencia (que el intelecto nos descubre) y el comportamiento (que nos muestra el alma), son las tres raíces para iniciar un enamoramiento. A golpe de SMS o de chat es difícil enamorarse. Descubrir al otro, ver al otro, estar con el otro, conocer al otro... y querer al otro son las únicas vías para que el auténtico amor se haga presente y crezca entre dos personas. Lo demás es sólo entretenimiento. Y aunque el amor -cuando es verdadero- es el entretenimiento más maravilloso, es mucho, muchísimo más que eso.

(JUNIO 2002)

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