15 octubre 2008

Pon un blog en tu vida, pero que tu vida no sea un blog



El mundo de internet y de las nuevas tecnologías avanza sin descanso, como dice la canción “no pares, sigue, sigue”. Y aquí el que se queda atrás se queda en la inopia, en la pura ignorancia, porque la gente joven, y no tan joven, utiliza internet cada vez más y cada vez para más cosas. Antes se entraba en la red para ver los temas que a uno le podían interesar o para “copiar y pegar” aquellos textos que quedan bien a la hora de “hacer” un trabajo solicitado por el profesor del instituto o de la universidad. Pero ahora ya no, hoy en día se pueden hacer muchas cosas usando el ratón, desde hacer la compra semanal en la web del supermercado del barrio, buscar y recibir ofertas de empleo, trámites administrativos del ayuntamiento, comprar entradas para un concierto, hacer un master on-line... y un largo etcétera.

Y ahora, la última moda ya no es sólo “hacer” cosas a través de internet, sino “mostrar” cosas, nuestras cosas, lo que sea... desde las más ridículas que se cuelgan en You Tube (como los bailes del Sr. Cerezo, un abuelo de Pamplona de 86 años que está haciendo de oro a su nieto, que ya presume de un millón de visitas a sus videos), hasta las más personales, esas que se publican en los millones y millones de blogs que circulan por la red, en las que cada uno escribe sobre lo que le da la gana, como mi humilde blog, en el que me limito a colgar los artículos que vengo escribiendo en No Badis desde 1999 (que no se me acuse de publicidad porque ni tengo ni cobro de anunciante alguno).

Por otro lado, cada vez son más los términos y los foros que hay que conocer, unos porque son de utilidad y otros porque se ponen muy de moda... y si uno no se entera de qué va el asunto puede ser acusado de ser un ciudadano que vive, como mínimo, en la Edad Media. Por ejemplo, yo me he enterado sólo este año de lo que es Facebook, de la moda de hablar de la Web 2.0, del programa Skype o de Second Life (sobre este último no he profundizado mucho porque no me van las vidas virtuales, me gusta tocar lo real). Lo más gracioso de todo esto es que si yo le hablo de estos temas a mis padres, o incluso a mi hermana de 38 años, lo más seguro es que les sonará a chino.

Y aquí, como ocurre con muchas cosas en la vida, lo más recomendable es que todo se puede conocer o, mejor dicho, conviene conocer todo... pero no conviene usarlo todo sin medida alguna, abusando del tiempo que cada uno tiene (el bien más escaso que tenemos, por el ritmo de vida que llevamos) y, lo más grave, olvidando el sentido común. Esto lo digo porque muchas de las nuevas herramientas que nos ofrece internet, algunas de gran utilidad, son positivas para cualquier persona cuando se usan con moderación y, sobre todo, cuando sirven realmente para algo.

Algunos me podrán acusar de estar dando un consejo de Perogrullo, pero la realidad es tozuda y nos demuestra que actualmente muchos jóvenes pasan más tiempo de ocio delante de una pantalla de ordenador que incluso viendo la televisión. La que antes era la “sagrada” televisión, de la que uno no se despegaba salvo que al día siguiente hubiera un examen o una cita con la novia/el novio... ahora parece que sigue siendo la “caja tonta”, pero doblemente tonta porque, simplemente, aburre. Ahora parece que lo más “in” es pasarse ocho horas conectados a internet tras regresar del colegio, la universidad o el trabajo.

Y aquí es cuando se puede dar el peligro. Cuando internet engancha del tal modo que al usuario/a del ratón se le olvidan la familia, los amigos, la novia/o, el examen, aquello de lo que es responsable, o incluso que necesita ir al baño... es cuando tiene que pensar urgentemente en el “háztelo mirar”. Por eso, para terminar, voy a repetir las dos ideas fundamentales que sobre internet creo que no debemos olvidar, hoy en 2008 (me adelanto unos días a las campanadas de fin de año, como veo que hacen los universitarios de Salamanca) y en 2078, cuando internet nos permita convertirnos en Wolfgang Amadeus Mozart en menos de 15 segundos (tiempo al tiempo). Allá voy: de Internet hay que conocerlo todo, pero que internet no nos coma nuestra vida. Entremos al ciberespacio cuando sea necesario, pero no olvidemos nunca nuestros espacios vitales.

(DICIEMBRE 2007)

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