15 octubre 2008

Juan Pablo II, una reflexión

Ha muerto cuando le faltaban pocos días para cumplir 85 años... y ha tenido, sin duda, el funeral más multitudinario de la historia. ¿Qué ha hecho esta persona que vestía de blanco para que medio mundo haya llorado su marcha como si se tratara de un familiar cercano?. ¿Qué ha motivado que un solo hombre haya ocupado durante una semana buena parte de la programación de todas las televisiones del mundo?.

Las respuestas hay que buscarlas en el legado que ha dejado Juan Pablo II tras más de un cuarto de siglo de pontificado. El mérito de este Papa no está en el hecho de que haya sido el tercer Papa que más tiempo ha permanecido gobernando a la Iglesia. Es cierto que ha batido muchos records, pero él no aceptó su enorme responsabilidad para entrar el libro Guinness. Hay mucho más detrás de su figura.

Algunos le han acusado de no haber sido capaz de modernizar la Iglesia, de no haber adaptado su doctrina a los tiempos que corren. Y precisamente ese ha sido su mérito, ha demostrado que su deber era precisamente ese, mantener las ideas que han defendido todos sus predecesores y darlas a conocer allá donde le quisieran escuchar. Por lo tanto, la coherencia en su mensaje ha sido también una clave fundamental en su papado.

Ha sido el Papa que más países ha visitado, el que ha conversado con más líderes mundiales, el que más se ha acercado al resto de religiones, el que más ha conectado con los jóvenes, el que ha perdido perdón en reiteradas ocasiones por los errores cometidos por la Iglesia... Y su enorme capacidad mediática no se ha debido al gran desarrollo de los medios de comunicación durante todos estos años, ni a Internet, ni a los teléfonos móviles, ni a su portavoz Navarro Valls. Ha sido un Papa moderno y un gran comunicador porque fue él quién quiso trasladar su mensaje fuera de los muros del Vaticano, fue él quién se esforzó en transmitir sus ideas y convicciones a millares de personas en todo el mundo, a cualquier primer ministro o presidente, a pobres y a ricos e incluso a la persona que intentó asesinarle y a la que también perdonó, Ali Agca.

Fue un Papa que no se preocupó sólo por los católicos. Siempre estuvo pendiente de todos los azotes que ha sufrido el mundo durante todos estos años e intentó plantear soluciones a través de su palabra, siempre con la paz como bandera. Y es que también fueron momentos dramáticos los que él vivió en sus propias carnes, primero en la Polonia ocupada por los nazis y después en la Polonia comunista. “El periodo de la llamada Guerra Fría ha terminado sin el violento conflicto nuclear, cuyo peligro pesaba sobre el mundo”. Esta frase no está sacada de un libro de historia. Es una frase escrita por Juan Pablo II en su propio testamento. Sin duda su papel fue importante para acabar con la Europa comunista. Y eso se lo tendrán que agradecer los católicos y los no católicos.

Todo el mundo ha visto cómo se ha ido. Los periodistas venían esperando este momento desde hacía años y por ello los medios de comunicación ya tenían preparados reportajes especiales para el día de su muerte. Quiso aguantar hasta el final. El Papa deportista, practicante de esquí, montañismo, ciclismo... el Papa que sobrevivió a un grave atentado y a numerosas intervenciones quirúrgicas, el Papa que se arrodillaba con fuerza para besar la tierra de cada país que visitaba... también quiso mostrarnos su aspecto más frágil en lo físico, que no en lo mental y espiritual. Su última bendición pública la realizó el 30 de marzo, quizá siendo plenamente consciente de que su fin en esta tierra estaba cercano. Sin voz, sin fuerzas... pero quiso cumplir con su misión hasta el último de sus días. Se podrá estar a favor o en contra de sus ideas, pero no ha dejado a nadie indiferente. Por ello su ejemplo merecía una reflexión.

(ABRIL 2005)

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