14 octubre 2008

Renacer en Nueva York

“Javier, ahora cuando me levanto cada mañana al abrir la ventana doy gracias a Dios por seguir viva un día más”. Esto me lo contaba mi amiga Evelyn, que trabajaba en una de las torres gemelas de Nueva York y que por fortuna aquel martes libraba de su trabajo para realizar recados domésticos. Su jefe, otro superviviente, le había dado permiso. Esta claro que Evelyn volvió a nacer en aquella terrible mañana.

El pensamiento de renacer nos puede venir a la cabeza a lo largo de nuestra vida. A mí me vino a la mía el pasado verano, cuando en plena autopista Inca-Palma se reventó uno de los neumáticos de mi antiguo coche. Perdí el control del volante a 120 kilómetros por hora y el coche se paró finalmente a cinco metros de un muro. Algunos rasguños como resultado pero vivo al fin y al cabo.

Aunque vivir experiencias como las de mi amiga o como las de mi accidente siempre puede resultar dramático, pienso que no es malo del todo, pues de éstas se obtienen conclusiones que marcan para el resto de la vida. Lo primero de todo es pensar eso, que has vuelto a nacer y que algo o alguien ha hecho que puedas contarlo y seguir pisando tierra firme. Y la diferencia está en que puedes ver las cosas de otra manera, dando la dimensión oportuna a cada suceso o circunstancia de la vida. Lo importante pasa a ser realmente relevante y muchas de las cosas que antes tenían su interés ahora pasan a ser bastante irrelevantes. Dimensión y satisfacción, eso es lo que te brinda una nueva vida. Satisfacción en el sentido de que lo que más te gusta lo haces con mayor alegría, lo que menos con mayor paciencia. Satisfacción en el sentido de que lo bello ahora es doblemente bello -como la luna que ahora observo desde mi ventana- y que lo feo ahora siempre le encuentras el lado bonito. Vivir o revivir pudiendo dar la dimensión adecuada a los hechos que nos suceden y encima hacerlo con satisfacción es algo que te obliga a estar en permanente sensación de agradecimiento. Gracias a la vida... como decía aquella canción.

Pero dándole otra vuelta de tuerca a esta idea hemos de reconocer que todos podríamos vivir con esa sensación de agradecimiento y que para hacerlo no hace falta ser un superviviente. Es más, pienso que esa debería ser nuestra manera de enfocar la vida, pues así tendríamos una comunidad mucho más humana, alejada de envidias y egoísmos. En la película “Solas” hay una bonita frase que dice así: “en esta vida todos tendríamos que nacer dos veces, una para tener una vida rica así darnos cuenta de lo mal que viven los miserables, y otra para tener una vida pobre y así contemplar como se vive en la abundancia”. Mi planteamiento va más allá, vivir en permanente agradecimiento, tengamos lo que tengamos, para disfrutar de la vida con intensidad. Como decía aquel anuncio de televisión son muchas las cosas por apreciar: una película, una canción, el olor de una flor, un partido de fútbol, un cuadro, un abrazo, un amigo... la luna. Aprovechemos pues los días que todavía nos quedan aquí, luego Dios dirá.

(OCTUBRE 2001)

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