15 octubre 2008

Nos dejan a dos velas y aquí nadie dice nada



A pocas horas de cerrar la edición del No Badis que tienes en tus manos ha salido en los informativos nacionales la siguiente noticia: “El consejo de la Comisión Nacional de la Energía ha aprobado proponer al Gobierno una subida de las tarifas de la luz del 11,3%”. Ahí es nada. Toma subida. Debe ser que los españoles somos muy ricos y que al llegar a nuestras casa, tras una dura jornada laboral, lo que nos pide el cuerpo es organizar espectáculos de luz y sonido, poner ochenta lavadoras, la torre musical hasta el último de los decibelios posibles y todas las bombillas bien encendidas, que no vaya a ser los ladrones piensen que estamos fuera del hogar.

Pues va a ser que no... si se trata de una “proposición” de la Comisión Nacional de la Energía al Gobierno podemos decir, sin ningún rubor, que se trata de una proposición totalmente indecente, al menos para el bolsillo medio de los lectores y no lectores de No Badis. Como he dejado escrito aquí en alguna ocasión, desde que llegó el euro no paramos de sustos. Todo empezó cuando a un listillo se lo ocurrió equiparar la antigua moneda de 100 pesetas a la de 1 euro y todos los comercios tomaron buen ejemplo.

Quizá alguien debió pensar que los españoles éramos ricos... o muy tontos, como así se ha demostrado. Así, de repente, en muy pocas semanas todo lo que valía 100 pesetas pasó a valer 166 pesetas. Alguno puso el grito en el cielo, pero fue poco escuchado porque la sangría ha continuado hasta hoy, sin que haya estallado una revolución en la calle. Repito, o somos muy ricos o muy tontos. Como consecuencia de todo ello, uno saca feliz un billete de 10 o 20 euros del cajero... y cuando se compra una simple bolsa de patatillas ya no es raro el lugar donde como cambio ya sólo se recibe calderilla, monedas y monedas. Los billetes han pasado a tener una vida totalmente efímera, duran muy poco en la cartera.

Los ejemplos de este drama aplicados a la vida cotidiana son múltiples. La hipoteca, que cada año sube la mensualidad en más de 100 euros. Sigo. La gasolina, que ha llegado a unos precios que ha provocado que la frase “lleno, por favor” sea cada vez menos pronunciada en las estaciones de servicio de nuestro país. Sigo. El café, que parece que nos lo traen en burro desde Colombia y que por ello hay que pagarlo como si se tratara de un copazo de un sábado noche. Sigo. La leche, que parece que alguien se ha levantado por la mañana para ordeñarnos la vaca a dos manos. Sigo. El aceite, que parece que en España no debemos tener casi olivos y que a lo mejor es que entonces las empresas que lo comercializan lo deben producir en Japón o algo así. Y no pares, sigue, sigue.

Y ahora, lo que faltaba, nos suben un huevo la luz. ¿Tendremos que ir con velas por la casa?. “From lost to the river”, que diría algún cateto. O, dicho de otro modo, ¿será por dinero?. ¿Qué la Comisión Nacional de la Energía opina que hay que subir la luz un 11%?... pues se sube, que no pasa nada, que los españoles tenemos los bolsillos bien llenos. Quizá es que al nacer nos regalan euros y euros para que podamos hacer turismo por la Europa unida sin necesidad de tener que cambiar los billetes al cruzar la frontera. Uff, ¿quién lo recuerda?. Ojalá nada hubiera cambiado. No me importaría absolutamente nada en Alemania, en Francia o donde fuera... tener que volver a entrar en esas tiendas con el cartelito de “Cambio, Change, Exchange, Weschel” para cambiar mis añoradas pesetas. Vale, había que hacer cola y era un poco coñazo... pero el cambio era justo. Uno sabía que se metía en el bolsillo dinero contante y sonante. No lo del euro, que más que dinero parece Blandy Blue, que se te escapa de las manos con una velocidad de vértigo.

El único consuelo que nos ha quedado es que ahora por lo visto sale barato viajar y comprar en Estados Unidos por el cambio euro-dólar. Pero es un consuelo de tontos porque no nos da la vida como para viajar cada semanita a realizar la compra a EE.UU. Aunque curiosamente, en más de una ocasión, los que aquí nos quedamos, al entrar en cualquier tienda o comercio en realidad ya nos sentimos como en el viejo Oeste. Y es que... ¿a quién no se le ha pasado por la cabeza la conocida frase “¡manos arriba, esto es un atraco!” a la hora de pagar muchos de los productos que antes eran de consumo habitual?. Pues eso, será que somos tontos. Que alguien llame al sheriff.

(MAYO 2008)

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